Mirada
perdida, en otro lugar, otro momento. Suspiros mil y el corazón dividido en
dos. Aún podía sentirte, aún conseguía cerrar los ojos y notar tus labios en mi
piel, tus brazos rodear mi cintura y tu aliento acariciar mi nuca.
- Por favor,
di algo o me vas a perder.
Silencio. Silencio
demoledor. El jarrón de cristal estalló contra el suelo, consiguiendo que sus
múltiples cristales rotos lo llenasen en un infierno letal. Las lágrimas caen
lentamente, me arrodillo e intento coger aire, el corazón se me ha parado, no
sé qué hacer. Es una sensación desgarradora. Me asfixio. Mis ojos se cierran
empapados en lágrimas, de repente me veo desnuda en un mar de lágrimas y
cristales rotos, además de un corazón dividido en dos.
La angustia se apodera
de mi, me siento desprotegida... tanto que creo que no volveré a ser yo
nunca más. Pero es cuando escucho una voz de fondo, una voz familiar, consigue
levantarme y abrazarme. Mi estado es deplorable, lamentable, patético.
Me mete
en la ducha, deja que el agua caía por mi cuerpo muerto, y me quedo
profundamente dormida.
Cuando mis ojos se vuelven a abrir estoy en un lugar
diferente, la miro e intento pensar qué es lo que estaba pasando. Solo fue una
pesadilla, la gran pesadilla del pasado, el pasado doloroso. Me sentía
protegida, con mi té entre mis manos, me senté en la cama y comencé a leer, la
historia de mi vida, sin preocuparme por nada más. Notaba aún un dolor en el
pecho, pero ya no me ahogaba, ya estaba todo mucho mejor, tenía la mejor compañía.
Me levanté y anduve por mi casa ataviada con una vieja camiseta y los pies
desnudos tanteaban el frío suelo de mi casa. No pude evitar sonreír y poner
música. Dejarme llevar por ella y no pensar, dejar la mente en blanco.
Con mi té aún en
las manos, me dirigí hacía la ventana y miré al cielo, respiré hondo, aún me
dolía el corazón pero podía soportarlo, al menos por ahora. Decidí sentarme en
el suelo y cerrar los ojos, dejarme llevar por la música y soñar.