miércoles, 25 de febrero de 2015

Recuerdos

Mirada perdida, en otro lugar, otro momento. Suspiros mil y el corazón dividido en dos. Aún podía sentirte, aún conseguía cerrar los ojos y notar tus labios en mi piel, tus brazos rodear mi cintura y tu aliento acariciar mi nuca. 

 - Por favor, di algo o me vas a perder.

Silencio. Silencio demoledor. El jarrón de cristal estalló contra el suelo, consiguiendo que sus múltiples cristales rotos lo llenasen en un infierno letal. Las lágrimas caen lentamente, me arrodillo e intento coger aire, el corazón se me ha parado, no sé qué hacer. Es una sensación desgarradora. Me asfixio. Mis ojos se cierran empapados en lágrimas, de repente me veo desnuda en un mar de lágrimas y cristales rotos, además de un corazón dividido en dos. 
La angustia se apodera de mi, me siento desprotegida... tanto que creo que no volveré a  ser yo nunca más. Pero es cuando escucho una voz de fondo, una voz familiar, consigue levantarme y abrazarme. Mi estado es deplorable, lamentable, patético. 
Me mete en la ducha, deja que el agua caía por mi cuerpo muerto, y me quedo profundamente dormida. 
Cuando mis ojos se vuelven a abrir estoy en un lugar diferente, la miro e intento pensar qué es lo que estaba pasando. Solo fue una pesadilla, la gran pesadilla del pasado, el pasado doloroso. Me sentía protegida, con mi té entre mis manos, me senté en la cama y comencé a leer, la historia de mi vida, sin preocuparme por nada más. Notaba aún un dolor en el pecho, pero ya no me ahogaba, ya estaba todo mucho mejor, tenía la mejor compañía. Me levanté y anduve por mi casa ataviada con una vieja camiseta y los pies desnudos tanteaban el frío suelo de mi casa. No pude evitar sonreír y poner música. Dejarme llevar por ella y no pensar, dejar la mente en blanco. 
Con mi té aún en las manos, me dirigí hacía la ventana y miré al cielo, respiré hondo, aún me dolía el corazón pero podía soportarlo, al menos por ahora. Decidí sentarme en el suelo y cerrar los ojos, dejarme llevar por la música y soñar. 

lunes, 16 de febrero de 2015

El vestido rojo

No sé por donde empezar, no sé exactamente qué es lo que quiero plasmar hoy aquí, lo único que tengo claro es que necesito que mis dedos fluyan al ritmo de una canción suave y llena de emociones.



Paseaba con su vestido rojo por mitad de la calle, no podía dejar de mirar a su alrededor, 
se sentía desprotegida, quizás hacía demasiado frío para llevar ese vestido, 
aunque en el fondo,
 no le importaba. 


Andaba por aquellas estrechas calles sin dejar de sonreír. 
Fue entonces cuando tropezó y se calló. 
Nadie se acercó para ayudarla. 
El vestido se volvió marrón. 
Tras unos minutos de  desesperación al ver la pasividad de las personas que la vieron en el suelo, 
se levantó. 

Llegó a casa y se quitó el vestido. 
Enojada decidió que la mejor opción sería tirarlo a la basura. 
Y eso fue lo que hizo. 

La luz entró por su balcón a la mañana siguiente.
Mientras desayunaba y leía un libro, no pudo evitar fijarse en el vestido rojo. 
Ahí estaba, en la basura, manchado. 
Tras observarlo pensativa, pensó que no debía ser ese su destino. 
Lo recogió de la basura y lo metió en la lavadora. 

Al día siguiente, decidió pasear por las calles de Granada,
decidió escoger su vestido favorito, el rojo. Y se dio cuenta de algo...

No importa si se mancha una y otra vez, porque es lo que lo hace especial de una manera u otra. 
Era feliz con ese vestido y estaba segura que la próxima vez que se lo volviera a poner, nuevas aventuras y desventuras la acompañarían. 





Ana Escudero

sábado, 7 de febrero de 2015

Ella

Ella. La conocí hará unos dos años, un veinti... algo de septiembre del 2012. Estaba sentada con sus cascos escuchando música y sentada en donde yo. Sin pensármelo dos veces le hablé. Intercambiamos un par de frases típicas:

- ¡Ey! ¿Eres de Granada? ¿Eres nueva no?
- Sí soy de Granada (...)

Una conversación que cambiaría el transcurso de mi vida de una manera u otra. Conforme fueron pasando los meses nuestra complicidad aumentaba, aunque no fue hasta el año 2013 en el que ella y yo conectamos mucho mejor que con otra persona de la clase. Nos reíamos sin parar, hablábamos durante horas, nos mandábamos audios cantando y haciendo el tonto. Nos contábamos nuestras penas, nuestros miedos y nuestros sueños... A día de hoy, ya 2015, siento que es una amistad verdadera, es única, maravillosa... es como mi hermana. Ha estado ahí en los momentos más duros de mi vida, me ha dado buenos consejos y me ha tratado como hacía mucho que no me trataban... Ella ha conseguido que levante la cabeza cuando todo lo veía gris y eso es lo que la hace única y especial. Las malas lenguas dicen que es mala, pues mira... es la mala más buena que he conocido en mi vida y estoy muy orgullosa de confiar en ella.

Espero que estos años de carrera no sea lo único que hagamos juntas, aunque ya tenemos algún que otro viajecito pendiente y Madrid... Hoy me despido del blog con una sonrisa que no me cabe en la cara, gracias, muchas gracias, te quiero un montón.

Y recuerda... What does the fox say?


domingo, 1 de febrero de 2015

Renaciendo de mis propias cenizas

Hoy me he dado cuenta de algo muy importante, he renacido de mis propias cenizas cual fénix. 


Estaba hablando con un amigo y me ha hecho ver que es cierto, no lo había visto nunca de esa manera. He estado totalmente hundida durante varios meses en un pozo del que no había tan siquiera una luz que me diera la esperanza de ver una salida. He estado en ese pozo durante meses insisto, han sido los meses más dolorosos de mis 22 años... no era más que decepciones por un lado, por otro, amigos, pareja, familia... 

Pero hubo un día, en el que me di cuenta de que tenía que escalar aunque no hubiera luz. Tenía que subir aunque me costara la vida misma. Poco a poco conseguía alcanzar el final de aquel pozo, pero de repente, volvían a pegarme una patada para intentar arrastrarme al fondo de nuevo, pero no, eso ya no funcionaba ¿por qué? porque mi fuerza interior era tal que me ayudaba a no caer al fondo, sino a deslizarme unos metros más abajo simplemente.

Seguí subiendo, mi piel estaba ennegrecida de vivir en aquel lugar. Subí, decaí un par de veces, pero eso solo conseguía que tuviera más ganas de llegar hasta el final. Fue entonces cuando alcancé la entrada de ese pozo, la luz consiguió cegarme, noté como unas alas brotaban de mi espalda, era un dolor placentero, era una experiencia totalmente novedosa para mi. Decidí tomarme mi tiempo, me senté en el borde de aquel pozo y esperé a poder abrir bien los ojos. 
Pude notar el sonido de una canción que retumbaba en mi cabeza, fue entonces cuando decidí levantarme, miré hacia el sol y decidí dejarme llevar. Sin darme cuenta, mi cuerpo se elevó hasta lo más alto, me sentía libre, totalmente transparente y ajena a todo. Disfrutaba como nunca de esa nueva experiencia. Era totalmente nueva para mi, nueva y fantástica. 

Hubo un momento en el que me dejé caer. No podía parar de sonreír.  Notaba como el viento me acariciaba mi rostro y mi cuerpo desnudo mientras seguía cayendo. Fue entonces cuando con un pie logré acariciar el césped recién cortado y volví a abrir los ojos. 

Pude notar como la felicidad brotaba de cada poro de mi piel, pude experimentar un amor enorme hacia todo lo que me rodeaba. Corrí por aquel prado sin mirar hacia atrás y con una sonrisa enorme. 

Corrí sin parar gritando y fue cuando dos lágrimas recorrieron mi rostro. Me detuve. Y fue cuando me dije a mi misma:

"Hola Ana ¿dónde estabas?"

Seguidores