jueves, 2 de abril de 2015

Relato improvisado.

Decidió abrir las ventanas y sentarse a disfrutar del tiempo. Dio un par de caladas de alegría y decidió poner música. Su mente vagó a lugares insospechados, las fronteras se abrieron ante ella y decidió entrar. Pudo ver un mundo lleno de color, de magia y diversión, de amor, de buenos momentos. Se encontró un pequeño lago, decidió acercarse y acariciar el agua con los dedos de su pie. Estaba fría, pero aquello era excitante. Decidió nadar. Y así lo hizo, iba desnuda, aunque un anillo conseguía decorar su mano izquierda y conseguir que se sintiera plena. El agua estaba fría, como había podido comprobar antes. Aún así aquello no le importó, se sumergió y escuchó el sonido de su corazón. Latía con fuerza, cerró los ojos y decidió dejarse llevar. Fue cuando se despertó en la playa, la arena era blanca y en sus manos yacía una carta, el 6 de corazones. La miró y sonrió. Se levantó y consiguió observar el mar. No sabía como había llegado allí pero le gustaba la sensación. Seguía desnuda y no tuvo miedo ni vergüenza sino una gran satisfacción que brotaba de su interior. Cerró los ojos y allí estaba él, sus cuerpos se unían formando una perfecta melodía de acordes infinitos. Su aliento, sus ojos oscuros y su pelo. Se giró y estaba en un sofá, sola y tapada con una manta ¿y ahora? fue entonces cuando aparecieron unas tortitas con nutella encima de la mesa.  Sin preguntarse el por qué comenzó a comer, estaban deliciosas. El chocolate era como una droga para ella. Decidió observar donde estaba, había muebles viejos y marcas de pasión en ellos, se giró y pudo contemplar un espejo. Se podía ver a sí misma triste, hundida y tirada ¿qué ocurre? nada. La imagen comenzó a variar, se veía levantándose y se sorprendió cuando pudo ver las cicatrices en su pecho. Aún así, esa chica del espejo sonreía. Fue cuando decidió romper el espejo. Los pedazos inundaron el lugar con una melodía continua y desagradable. Hace frío. Estaba en una montaña, no paraba de nevar y ella solo llevaba un pequeño abrigo y un par de botas viejas. Miro a su alrededor y decidió gritar ¡nunca te rindas! y sin darse cuenta, comenzó a caer, un nudo subió rápidamente a su garganta, estaba flotando en el aire ¡estaba tirándose desde un jodido avión! podía saborear la adrenalina como el mayor de los orgasmos. Gritó de nuevo ¡sí, sí, sí! Cayó, notó el golpe y se despertó en un autobús. Había una pareja de ancianos que no dejaba de mirarse, ella miró su móvil y pudo ver las diferentes actualizaciones de su Facebook. Sonrisa dislumbrante 
¡Whatssap! "Dentro de media hora estoy en tu casa, te quiero". 
No tardó en darse una ducha y volvió a darse cuenta de lo a gusto que estaba. No tardó en pintarse y ponerse el vestido más bonito que encontró. Entre risas e historias interminables, se acurrucaron en aquel sofá, en aquella casa, en aquel salón. Se fue. Fue divertido. Estaba en un coche montada ¿vamos a comer? preguntó ella. Comieron e hicieron el amor una y otra vez. Volvió a despertar, esta vez en el cesped. La luna llenaba aquel cielo oscuro y la música no dejaba de sonar, miró a su alrededor y no había nada, más que la plena oscuridad de una noche de primavera. Se levantó para poder saber donde estaba y pudo ver un espejo ¡esos pantalones, vamos! las dos se probaron esos pantalones frente al espejo, bailaron y rieron. Un abrazo interminable y una mirada cómplice. Un par de cafés y un cigarro, un portátil y el libro de la facultad. Se despidió y volvió a casa, estaba feliz. Abrió la puerta y fue cuando despertó, ahí seguía, en el suelo de su dormitorio observando la nada por su ventana y con un libro entre sus manos. La historia de su vida. 

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