Corre. Alguien va detrás tuya. No tiene cara, no tiene sombra.
¿Seguro?
Sí. Sigue corriendo, te falta el aliento, pero tu sigues corriendo.
¿Por qué?
Miedo
¿A qué?
A ti.
Corre. Alguien va detrás tuya. No tiene cara, no tiene sombra.
Acabas en un prado verde, nadie te sigue, estás a salvo. Pero de repente...
Corre. Alguien va detrás tuya. No tiene cara, no tiene sombra.
Sigues preguntándote de qué narices corres, pero no lo sabes, solo te limitas a seguir el impulso de tu mente.
Y ese es el jodido problema, que a veces no sabemos de qué corremos, a qué tenemos miedo.
Son miedos que están ahí y te hacen dudar, te hacen cuestionarte la vida misma.
Pero no son nada.
No corras. No hay nadie detrás tuya. Sí tiene cara y sombra.
Eres tú.
Te paras a observar a ese miedo, tiene un color, un olor y una forma.
También tiene los días contados.
Ahora es cuando corres, pero esta vez para enfrentarte al miedo. Notas como te tiembla el cuerpo. Está cerca, muy cerca, sigues corriendo, no puedes más. Y de repente. Chocas.
Te caes al suelo, estás sudando pero sigues vivo.
Lo has hecho, lo has logrado, lo has conseguido.
Has terminado derrotando a uno de tus miedos.
Y es que en eso consiste el miedo. No estás solo en esta vida, estás contigo mismo, y cuando lo aceptes serás feliz. Cuando entiendas el sentido de la vida. Seguirás viviendo de verdad.
Y eso es lo que sale si pones la canción Run boy run y no piensas lo que escribes pero sí tiene cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario