domingo, 16 de diciembre de 2012

Jerez de la Frontera IV

Desperté. Aún dormida, pude observar que él ya no estaba, la cama estaba vacía. Me hice la remolona hasta despertarme, sabía que estaría en el salón con su enorme sonrisa para recibirme con los brazos abiertos.

Llovía, hacía un día de perros, pero eso no me importó. Como una niña que va a buscar su chuchería, lo busqué, y ahí estaba, con su característica sonrisa mágica que consigue que todos los males desaparezcan.

La tarde fue algo diferente. Me dispuse a buscar el horario de salida para el autobús del día siguiente. No había plaza, comencé a ponerme nerviosa, no quería faltar a las prácticas de Ciencia Política.

Comencé a ponerme nerviosa pese a que mi chico intentó tranquilizarme, fuimos hasta la estación discutiendo intentando arreglar lo del autobús, pero no había solución, no había plaza. Tras muchas palabras malsonantes, conseguí entrar en razón y plantearme que quizás él tuviera razón de la solución que estaba proponiendo. Decidí confiar en él.

Compramos un billete de tren para el lunes, que llegaría con la hora justa pero lo suficiente para poder entregar la práctica de Ciencia Política.

La verdad es que fue un día espantoso, mi miedo a no estar en la universidad para la práctica consiguió que estropeara el viaje, que estropeara todo lo mágico que había sido todo. Me arrepentí. Cuando llegamos a casa, intenté quitarle hierro al asunto y a poner de mi parte para que todo se olvidara. Quise hacerle entender que mi miedo superó a mis sentimientos y que por eso me puse así, creo que lo entendió pero eso no fue una excusa. Lo había estropeado y lo sabía, quise culparme por ello, por haber destrozado todo.

Esa noche cenamos mientras veíamos "Cuerpos embarazosos". Esa noche lo sentí frío en la cama, en parte lo entendí y no quise darle más importancia, fue un error mío y tenía que acatar las consecuencias. "Mañana será otro día y lo haré mejor". Con ese pensamiento me quedé dormida.

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