domingo, 16 de diciembre de 2012

Jerez de la Frontera V


Me levanté con una sonrisa en los labios, aún me quedaba un día entero a su lado.







Me puse a estudiar, tenía que terminar las prácticas antes de que llegaran los compañeros de Victor. Venían a comer paella, Aitor y yo estábamos invitados. En cuanto terminé, me arreglé, me pinté y salimos. Había más de diez personas mirándome. Sin miedos, me presenté uno por uno, todos eran estudiantes de enfermería. Reímos mientras el cocinero, Victor, iba sacando platos con paella ¡que rica estaba! todos sonreían mientras hablaban de cosas de médicos, me encantaba oírles, era como estar en House.

Llegó la hora del postre. Dos enormes tartas satisficieron mis ganas de algo dulce. Seguimos charlando y bebiendo cerveza.

Mil y una anécdotas se oían en ese salón de gente risueña, con ganas de darlo todo, era magnifico.

Serían las siete de la tarde y aún estábamos de risas, echando fotos. Pero llegó la hora de irse.

Mi chico me comentó que sus compañeros de universidad querían conocerme, pero yo tenía que madrugar a la mañana siguiente así que propuse que vinieran ellos hasta la casa y cenáramos juntos. La cara de este fue genial, le gustó la idea.
















A las dos horas y algo, llegaron. Primero llegó un chico, Alex, era muy simpático y risueño, parecía un locutor de radio, me reía muchísimo con él, era todo amor. Más tarde llegaron las dos chicas, Blanca y María. Las dos tenían un pelo larguísimo que despertó mi envidia. Estuvimos cenando y hablando, contándonos cosas, riéndonos de todo, fue genial conocerlos, me cayeron genial, eran grandes personas.

También conocí a Cristina, la esperada Cristina y a su perrita. Eran tal para cual, las dos monísimas, gran persona ella con gran corazón. Más tarde conocí también a Azahara.

Me sentí tan a gusto ese día, que no quería irme a Granada, quería quedarme en esa casa, encajaba a la perfección, pero eso no era posible.

Esa noche mi chico y yo nos acostamos sabiendo muy bien, que era el último día, la última noche. Permanecimos abrazados toda la noche queriéndonos como nunca, porque sabíamos que pasarían dos semanas hasta que nos volvieramos a ver.

Ese reloj me mató, era la hora, tenía que irme. Me arreglé tan rápido como pude, Aitor fue a comprar pan para hacerme un bocadillo para el viaje, cosa que agradecí enormemente cuando me dio hambre. Cuando llegamos a la estación, tan solo esperamos unos minutos antes de que llegara el tren. Cuando este estacionó, y me monté, quise pedirle que subiera conmigo, que viniera conmigo, que no me dejara allí, que quería estar con él lo más posible, pero eso no fue así.

Le di el beso más dulce y sincero que jamás le había dado, subí, me senté y sonreí, lo quería más de lo que jamás habría imaginado, lo amaba, y sabía perfectamente que quería pasar el resto de mi vida a su lado.

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